17.8.07

Iván


Iván tiene 23 años, pololea hace un poco más de 2 y tiene un hijo de 6 meses. Es actor de profesión y actualmente se encuentra cursando un Magíster en Dirección, junto con dar clases de este arte en un colegio de Santiago.

Nació un 14 de febrero en el Hospital “Salvador”, siendo el hijo menor de dos hermanos. “Crecí entre las buenas amistades, las sopas con fideos que había que acompañar con pan pa’ que cundiera, pichangas de fútbol en las que nunca me destaqué, el cariño de mi familia, más de algún conflicto anecdótico con los pacos, habituales conflictos en el colegio, las graciosas crisis de personalidad de vivir en el barrio alto, pero ser un niño de clase media con profunda apatía por el cuiquerío que me rodeaba… las idas al estadio, el recorrido por distintas corrientes musicales, el pelo largo, el pelo rapado, pantalones anchos, pantalones ajustados, pero nunca pantalones de marca”. Tal vez fue esa misma estrechez en lo material, acompañada del calor de su familia y sus amistades, lo que fue concibiendo desde pequeño la personalidad de Iván.

Así comenzó a transitar entre la niñez y la adolescencia, con todos los vaivenes que esto supone. “Hasta hoy no comprendo mucho eso de la ‘madurez’, creo que más bien la cosa gira en torno a la ‘estupidez’ y esa hay quienes no la superan ni en la tercera edad”. En ese caminar, de a poco y con mucho esfuerzo, se fue ganando varios de los estigmas que se usan en los colegios: conflictivo, conversador, contestador, en definitiva desordenado, aunque con el tiempo se dio cuenta de que todos aquellos descalificativos que le colgaron eran más bien tremendos piropos a la personalidad que comenzaba a acuñar. En su hogar lo más problemático de esta situación era hacer faltar a su mamá al trabajo, con alguna ‘citación al apoderado’ del colegio, ya que “por suerte, siempre me entendieron y compartieron conmigo los cuestionamientos a una educación que rara vez se ocupó de mis potencialidades”.

Tales situaciones fueron forjando en Iván, poco a poco y a punta de impotencia, un fuerte sentido crítico acerca de lo que lo rodeaba. “Jamás entendí que reírse fuese un acto que mereciese castigo, bueno hasta hoy no entiendo que alguien se sienta con tal grado de posesión de la verdad como para ejercer un castigo sobre alguien más”. Ya en la adolescencia se comenzó a ver los primeros bosquejos de su visión de mundo, se acentuaron los conflictos en el colegio, aparecieron algunos con su familia, con algunos amigos y a la larga incluso consigo mismo. “Me saqué las etiquetas que traemos todos ‘por defecto’, de ser medio patriotero, arrebatado y bueno pal’ gueveo… me fui convirtiendo en alguien que entendió la importancia de un buen argumento, del lenguaje, en alguien que no soportaba el abuso, el castigo, la injusticia, la tontera… aunque debo reconocer que no superé lo de bueno pal’gueveo”.

Producto de este “nuevo perfil” de Iván, comenzó a interesarse por la filosofía y la música, mezclando esto con esa rebeldía que seguía hinchándose dentro de él, y terminó convirtiéndose en una extraña mezcla perfecta entre “Punk” y “Hippie”. Así es como Iván se destacaba por un lado, con su rojo y alto mohicano, la chaqueta con tachas, remaches, parches, rayados y clavos, el pantalón ajustado y bototos pintados, pero por otro promocionaba en cada conversación que podía la libertad, el amor, el respeto, la solidaridad y la amistad. Pero no estaba solo en este afán y se acompañaba por fieles amigos que, de una u otra forma, andaban en lo mismo. “Así terminamos por formar de manera definitiva nuestra banda ‘Pensamiento Ilícito’, de la que era vocalista… tocamos en los sucuchos más pasados a pichi de Santiago y a veces Valpo, incluso nos hicimos nuestro pequeño grupo de seguidores…”. Pero luego de varios tira y afloja terminó por abandonar la banda, ya que básicamente no le satisfacía tocar para un público que muchas veces confundía rebeldía con borrachera.

Al dejar el colegio las circunstancias le demostraron las fortalezas y debilidades de sus amistades, empezó a estudiar Cine y afirmó la relación con sus papás al demostrarles con sus estudios que lo que no le acomodaba era el modelo rígido del colegio. Fortaleció también la relación con su hermano mayor, el que de a poco se metía en las mismas tendencias suyas. “Así dejaba atrás una etapa llena de cosas buenas y otras no tanto, tuve lindos pololeos, de esos que te llevan a encerrarte en la casa los viernes por la noche y que hacen que te ganes el reproche de tus amigos… tomé vino en caja, disfruté de fogatas, logré tocar guitarra y entender a mi manera ese paradigma que te meten a martillazos en los días de escuela”.

Ya enfrentando esta nueva etapa decidió cambiar de carrera: ahora quería ser actor, pero no para andar a ‘pata pelá’, fumar marihuana y carretear como enfermo, sino para llevar a un extremo esa inquietud creativa y política que se había tomado sus acciones. “Comencé a estudiar y no llevaba ni un semestre y vino ese ‘accidente’ poco accidental que marcó mi vida y casi marca mi muerte…”

Sábado, 25 minutos pasadas las 20:00 horas de la noche. Caía la oscuridad en la capital y se acercaba acelerada hacia Iván. Ya con un look mucho más sosegado, aunque fiel a lo anarquista de sus pensamientos, caminaba por el centro de Santiago para juntarse con unas compañeras del instituto para ir a ver una obra de teatro, pero algo le impediría llegar a tiempo al lugar acordado. Fue interceptado por más de 10 skinhead nazis, delincuentes escudados en ideales poco comprensibles, los cuales dejaron caer sobre él un nacionalista ataque. “De lejos caché que había un pelado con pinta de malo parado en un paradero pero no pesqué... nunca fui de armar atados, no me interesa a ese nivel por lo menos... la cosa es que cuando pasé por el lado el tipo me hizo una sancadilla, yo no pesqué y seguí caminando, pero avanzados unos metros sentí un ejercito de pisadas deteniéndose detrás de mi... creí que me golpearían como nunca, pero fue algo más que eso…”. Lo golpearon, insultaron y apuñalaron en el corazón y la espalda. “Al principio creí que sólo eran golpes lo que estaba recibiendo y sólo descubrí lo extremo de la situación al ver brillar en la mano derecha del tipo una especie de mariposa”. Ante tal encerrona y sin entender mucho de lo que pasaba, Iván logró forcejear y sacarse de encima a sus agresores y corrió como nunca, con su mano derecha presionando en su pecho, que dolía por una herida que no consiguió dimensionar hasta que retiró momentáneamente su mano y se percató que tenía su torso convertido en un charco de sangre… Como dice Iván, lo dejaron “con el corazón tirando sangre para todos lados, menos a donde correspondía”…

“Logré correr hasta el metro, cagado de susto y con la adrenalina a mil, sentía que en cualquier momento me agarraban de nuevo y ya no me soltaban. Bajé y pedí ayuda a un guardia, que al ver mi cara de pánico y manos enrojecidas por la sangre rápidamente me prestó ayuda… esperé ahí parado la llegada de los paramédicos y me propuse no dormirme ni desmayarme hasta estar en pabellón…” Iván sabía que si eso pasaba iba a morir, por lo que decidió aferrarse a la conciencia y de esta forma a la vida. “Al salir de la salita donde me auxiliaron en el metro, ya en camilla y con toda la parafernalia, logré llegar a tiempo a juntarme con mis compañeras, claro que no estaba en condiciones de ir a ver ninguna obra”. Ellas se acercaron a la camilla sin entender mucho de lo que pasaba. Creían que Iván se había torcido un pie o que sencillamente era una broma, pero esa impresión duró solo instantes y los llamados a familiares y amigos comenzaron a correr.

Ya en la ambulancia Iván hacía de todo para colaborar con el paramédico, claramente que no por solidaridad con el trabajo de aquel hombre, sino por el miedo a morir y las ganas de continuar con vida. “Preguntaba sobre como respirar, que hacer y que no y el tipo sólo me repetía nerviosísimo - tranquilo, tranquilo –“. Al llegar a la unidad de Urgencia de la Posta, los doctores de turno esperaban a otros heridos, por lo que al ver a este joven conciente y sin dificultades se resistían a atenderlo, mientras el paramédico insistía en la gravedad de la herida. Iván entonces comenzó a aplicar sus primeros aprendizajes de actuación. “Caché que no me querían atender por sanito, así que me propuse parecer grave e inconsciente… comencé a simular un desmayo y algo de dolor”. Iván simulaba para ser atendido y lo consiguió: en seguida comenzaron los procedimientos, las preguntas sobre drogas y alcohol y el despojo de su ropa. “El doctor no podía creer que no consumiera nada, me debe haber preguntado unas diez veces… después vino la parte en que yo era los contenidos de una clase o examen de un alumno de medicina de la Católica… y yo pensaba – si el chico no sabe hágalo usted doctor, pero no perdamos tiempo –“.

Así fue, directo a pabellón y sólo salió de su letargo cuando despertó de nuevo en el mismo lugar. “Fue como un ‘deja vou’ pesadillezco… después supe que fui operado dos veces…como en ese tiempo además de no tomar estaba haciendo ejercicio y comiendo bien, creo que favorecí considerablemente mi heroica auto conservación”. Iván está consciente de que fue afortunado, y que lo que le ocurrió fácilmente pudo terminar de peor modo. “Los doctores hablaban de milagro y estadísticas escalofriantes sobre la sobrevivencia en los casos de ‘penetrantes cardiacas’… así fui tomándole el peso al asunto, además de que me conocían en toda la posta como el que llegó muriéndose, hasta se extrañaban de verme con vida y recuperándome”.

En definitiva, este hecho significó para Iván “10 días hospitalizado, una cicatriz de medio metro en mi pecho, ninguna denuncia y paranoia de por vida, pero por suerte mi tolerancia quedó intacta… el tiempo ya dará a cada cual lo suyo”. De todos modos Iván confiesa que hasta hoy se asusta al ver bototos militares, chaquetas de aviador o banderas chilenas, “sobre todo ahora que uno ya no sabe si son nazis, patriotas, anti-nazis, comunistas o simplemente hueones que no cachan ni una… hay de todo en el reino de la demencia neoliberal”.

Superadas las secuelas físicas de este viaje de ida y vuelta por la vida y la muerte, Iván continuó con sus estudios de actuación, destacándose por su amor por cada una de las cosas que hacía. “Siempre me fue bien, aunque no siempre fue una experiencia agradable… hice algunos buenos amigos y forjé mi idea temprana del teatro y el arte”. Pero su carrera terminó con algo más que buenos resultados académicos. “Casi al terminar conocí a mi actual pareja, que con el tiempo y sin haberlo planeado se convertiría en mi compañera y la madre de mi hijo…si mi hijo…”

Iván saca cuentas y está casi seguro de que este niño es un “hijo del paro”, pues las fechas coinciden con las de la Revolución Pingüina y para él todo tiene una explicación: “todo en el país estaba como acalorado, el debate, las manifestaciones en las calles, nosotros y hasta los anticonceptivos que se descompusieron y perdieron sus propiedades preventivas…” No es fácil para una pareja de veinteañeros, quienes aún no concluyen sus estudios, darse cuenta de que en poco tiempo serán padres. Implica replantear muchas cosas, tomar decisiones y escoger ya no pensando solo en aquel egoísmo propio de la juventud, sino en el bien de una familia en formación, pero Iván al parecer ya estaba preparado. Tampoco es fácil comunicar la noticia en los hogares de los futuros padres bajo esas circunstancias, pero “por suerte no hubo rollo con las familias ni nada… todo fue alegría y chochería”.

“Hoy mi hijo tiene casi 6 meses y es una criatura adorable, bueno todos dirán lo mismo de sus hijos, pero el mío de verdad es adorable (risas)”. Continúa con “la Jesu”, su pareja, y se gana la vida actuando en algunas cosas para la televisión, otras para cine, haciendo clases en colegios y dirigiendo teatro, por ahora, con buenos resultados en festivales y concursos teatrales. También ha explorado en la música, con un género poco convencional que se podría definir como trova anarquista, con lo cual de manera absolutamente independiente ha editado dos discos: “Puñaladas de Silencio” (2006) y “Cicatrices y otro Inventos” (2007).

“Espero tener una pega estable en la tele o algo así para pañales y algunos gustitos, pero bueno, el tiempo ya dirá… sigo intentando entender por que chucha el mundo está tan patas pa’ arriba y continúo tratando de ser parte de una opción distinta, hasta hoy no me convence comer en el McDonalls, usar corbata obligado, respetar símbolos y modelos a priori, ni resignarme a la barbarie del capitalismo actual, pero dentro de todo soy feliz… sí, a veces me desvelo, pero a mis 23 años soy feliz…”


7 comentarios:

C. Salas C. dijo...

Espere un buen tiempo para leer otra muy buena historia, creo que la espera valió la pena, me sentí un poco raro, ya que Ivan a sus 23 años a vivido muchas cosas y yo a mis 25 años aún no tengo ni "una papa pelada"

Anónimo dijo...

Gran historia... me dejó con una sensación similar al comentario anterior, pero creo que habrá tiempo para que cada uno viva sus "aventuras"... además este relato nos hace pensar acerca de lo desquiciados de algunos que se sienten con el derecho de barrer las calles de aquello que consideran negativo o poco afin con sus "ideales"... suerte a iván y a su familia...
C.V.

Anónimo dijo...

Desde dentro, desde fuera, desde cualquier lado que pueda mirarte, siempre me pareceras grande, infinito, no recorrible... espero vivir para verte seguir creciendo junto a mi, junto a nosotros, junto al mundo y la muerte... hasta pronto, mejor dicho: "hasta la noche, esta noche"

Anónimo dijo...

La verdad ke parte de la historia de Ivan no me la sabia completamente , como lo ke paso con el accidente no accidental, debo reconoser ke al momento de leer sobre todo esta parte, ke por cierto lo estaba leyendo en voz alta para ke otra persona escuchara tambien,al redactar lo leido me dio pena, pero para continuar leyendo y no interrumpirla,trage el nudo ke se estaba formando en mi garganta y segui leyengo.Lamentablemente estas cosas pasan seguido y ke uno se cuestiona el porke y no encuentra la logica... pero bueno habra una manera de ke esto cambie?... ojala!.
Muy buena la paguina y la historia tambien por supuesto, Saludos!.

Anónimo dijo...

:) linda historia

Anónimo dijo...

Linda historia. se me vieron demasiados recuerdos a la mente.
Honestamente me emocione demasiado, sentí que el año dos mil tres estaba de vuelta y me acorde de todo, de echo quede tiritona, la piel se me puso de gallina, si creo que fue un milagro , por que el destino lo quiso así..Eres una muy preciosa persona Iván y suerte para tu hijo y tu mujer..y por supuesto para toda tu familia que es muy linda.
Un abrazo fuerte

Anónimo dijo...

Haciendo poco uso de mi creatividad -que por estos días está entregada casi por completo a la farándula, cuando está- dejaré un mensaje claro y compacto. Pero sicero y efusivo.

Iván: Te Amo
Pablo y Fran: Gracias por regalarnos esta página.

SAlud y ANArquíA!!!